Cuando Donald Trump agitó el avispero con su amenaza de aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas, Claudia Sheinbaum, nuestra presidenta, respondió con un plan que mezcla diplomacia, discursos encendidos y promesas de fortaleza interna. En el Zócalo, frente a miles de voces que coreaban su nombre, presentó sus cinco puntos para enfrentar al magnate naranja. Pero, ¿realmente estas estrategias nos blindan contra el golpe económico o son solo un paliativo para calmar los nervios? En Bernez nos gusta ir más allá de los titulares, así que desglosemos esto punto por punto, con ojo crítico y un café en la mano, como si lo platicáramos en la sobremesa.

1. Diplomacia y diálogo: ¿Hablar o ceder?
Sheinbaum apuesta al diálogo como su mejor arma. Y sí, logró que Trump pausara los aranceles hasta abril tras una llamada en la que sacó pecho con cifras: 70% menos fentanilo incautado en meses recientes, migrantes frenados en la frontera. Suena a victoria, pero aquí hay un pero grande: negociar con Trump es como jugar ajedrez con alguien que voltea el tablero cuando pierde. Si México sigue cediendo terreno—más Guardia Nacional al norte, más concesiones en seguridad—para evitar el castigo, ¿cuál es la diferencia entre coordinarse y agacharse? La gente en las calles, como Don Pepe, que vende tacos en la esquina, no ve claro cómo esas charlas en las alturas aseguran que el precio del maíz no se dispare.
2. Medidas arancelarias en represalia: ¿Amenaza creíble o farol?
El famoso "Plan B" de Sheinbaum incluye aranceles y medidas no arancelarias contra Estados Unidos si nos golpean primero. La idea es contraatacar donde duele, quizás afectando a los granjeros de Iowa que votaron por Trump, con impuestos a su maíz o soya. Suena valiente, pero el riesgo es monumental. México exporta el 80% de sus bienes a EE.UU.; ellos, apenas el 15% a nosotros. Una guerra comercial es como un pleito entre un peso pluma y un peso completo: podemos dar un par de golpes, pero nos pueden noquear rápido. Y al final, ¿quién paga el precio? Nosotros, cuando el supermercado suba los precios porque importar cuesta más. La amenaza está sobre la mesa, pero sin detalles concretos, parece más un "aguas" que un plan con dientes.
3. Fortalecer el mercado interno: ¿Un sueño bonito o una quimera?
El "Plan México" de Sheinbaum quiere reducir nuestra dependencia de EE.UU. produciendo más comida y energía aquí. La idea es de oro: imagina a Juanita, la señora del mercado, vendiendo jitomates de Oaxaca en vez de los de California. Pero la realidad es otra. Llevamos décadas con una economía atada al T-MEC y desengancharla no se hace de la noche a la mañana. ¿Cuánto tiempo y dinero necesitamos para que las fábricas y los campos mexicanos levanten el vuelo? Mientras, los aranceles pueden caer en semanas. Es como querer construir un bote salvavidas cuando el barco ya se está hundiendo: necesario, sí, pero tardado.
4. Movilización popular: ¿Fuerza real o show político?
El 9 de marzo, el Zócalo se llenó de banderas y gritos de apoyo a Sheinbaum. "¡No estamos solos!", dijo ella, y la gente aplaudió. Es emocionante ver esa unidad, como cuando tu primo te respalda en una bronca familiar. Pero, seamos francos, ¿qué tanto peso tiene un mitin frente a las decisiones de Washington? Trump no va a ver las fotos del Zócalo y decir: "Uy, mejor me calmo". Esto parece más un abrazo a la base de Morena—que sigue dándole un 85% de aprobación—que una estrategia real para torcerle el brazo a EE.UU. La dignidad no se negocia, claro, pero tampoco paga las cuentas.
5. Cooperación condicionada: ¿Equilibrio o cuerda floja?
Sheinbaum ofrece colaborar en migración y seguridad, pero sin arrodillarse. Envío 10,000 guardias a la frontera tras negociar con Trump y dice que no aceptará culpas que no nos tocan (como el tráfico de armas que viene de allá). Es un malabarismo digno de circo: ceder lo justo para ganar tiempo, pero sin vender el alma. Sin embargo, aquí hay un riesgo: cada concesión nos pone más en el radar de EE.UU. como responsables de resolver SUS problemas. ¿Y si mañana nos piden más? La frontera ya parece un campo militar y las familias migrantes, atrapadas en el medio, siguen sin ver soluciones.
El punto crítico: ¿Y el plan para la gente?
Esto es lo que en Bernez nos quita el sueño: todas estas estrategias suenan bien en el papel, pero falta el "cómo" para el de a pie. Si los aranceles llegan, el precio del frijol, la tortilla y la gasolina se van a disparar. ¿Qué va a pasar con Doña Carmen, que ya estira el presupuesto como chicle? ¿O con el pequeño empresario que exporta aguacates y no sabe si mañana tendrá mercado? Sheinbaum apuesta por el largo plazo y la dignidad nacional, pero el corto plazo nos puede ahorcar. Hace falta un colchón real—subsidios, apoyos directos—para que la pelea con Trump no la paguemos los de siempre.
Claudia está jugando sus cartas con cabeza y corazón, pero el mazo está chueco. La diplomacia y el orgullo no bastan si no hay un escudo para los más vulnerables. En Bernez creemos que el gobierno debe poner a la gente en el centro, no solo a la bandera. Porque al final, los aranceles no son solo números: son el pan que falta en la mesa.